Thursday, May 18, 2006

detalle y determine sus momentos

Desde que aprendí a aprovechar mis domingos, y los momentos chicos, pero buenos, es que descubrí que la generalidad de los momentos suelen pasar desapercibidos, lo interesante es detallarlos y atinar que uno hace mil cosas y nisiquiera se da cuenta de que se han transformado en algo imprescindible.

upa chalupa!

Si yo pienso en mi semana, saco la cuenta y veo que me despierto, rutinariamente, dos horas antes de mi primera clase, después de que apagué mi despertador me doy algo así como quince o veinte minutos para tratar de despertar, acto seguido me levanto, veo que me voy a poner, agarro mis toallas y me meto a la ducha. Salgo del agua, voy a mi cuarto, prendo el calentador de aire y saco del clóset la colonia, la crema, el desodorante y el algodón; apoyo todas esas cosas en mi cómoda, prendo la tele en el buenos días a todos, cuando generelamente es el momento en el que hablan Ricarte Soto y otro individuo (del que nunca me he podido aprender el nombre, cosa que tampoco me interesa porque lo encuentro más soso que sopa sin sal) y mientras escuho la copucha del día, que Yasmín Valdés le dió pecho a la guagua en el tribunal, o que al autor del libro de moda le da pena la Kenita Larraín, termino de embetunarme y ponerme la ropa. Chequeo la hora en la pantalla de la televisión y, justo cuando falta una hora para mi clase, llamo al colectivo para que me recoja en quince miuntos más. En ese cuarto de hora que me queda, recojo mi ropa sucia y la bajo a la lavandería, si alcanzo me tomo un té, vuelvo a subir, me fumo un cigarro, me lavo los dientes y parto.

2011

El viaje en el colectivo puede convertirse, o no, en el momento ameno del comienzo del día, dependiendo de quién sea el chofer y de las personas que me acompañen en el recorrido. Hay veces en las que se puede entablar una conversación corta, pero entretenida y así una parte la mañana puede transformarse en algo distinto y valedero de recordar durante lo que correrá de la jornada, como esa vez en la que el chofer era vegano y me dio una clase de nutrición, o cuando cuentan anécdotas chistosas y copuchas sobre la línea 2011 (mis colectivos)como que uno de los choferes, que yo conozco, salió en el diario de Eva diciendo que tenía ocho mujeres.

El metro

Una vez que he bajado, en los estacionamientos subterráneos del Unimarc del paradero 14 de Vicuña, me dirijo a la peor parte, el metro, no sin antes pasar por el pasillo de cajas, del ya mencionado supermercado, evadir el puesto de delicatessen (que a esa hora ya huele a arrollado primavera quemado) y disfrutar la música ambiente, que nunca deja de sorprenderme con temazos de antología (desde Oasis hasta Sergio Dalma). Terminando el tramo están las escaleras mecánicas, que no sé si por falta de presupuesto o, derechamente, por maldad, nunca funcionan. Como sea, una vez terminado esto ya estoy en territorios del tren santiaguino, con mi tarjeta debidamente cargada y camino a abordar el tren, sin olvidar que he comprado mi diario habitual LUN, que me informará de todo lo acontecido en el día anterior (de hecho y aunque suene estúpido de mi parte, hace poco me percaté de que el diario del día, nunca es del día, sino del día anterior, así como hace poco me di cuenta de que monja es el femenino de monje).
Cuando ya tengo mi diario, paso por mi lugar habitual y saludo a la señora guardia, (que tiene aros de estrellita blancos desde que está ahí, y que la semana pasada estuvo resfriada y faltó dos veces), bajo las escaleras y me ubico entre la fila de personas que, aún a esa hora, esperan el metro achoclonados. El metro llega y haciendo tripas corazón, me apretujo entre la gente con el diario en mi mano izquierda y la mochila en la mano derecha. Espero las dos estaciones hasta San Joaquín y salgo expulsada del carro, por efecto de la presión, cuando se abren las puertas. Me detengo un momento, saco un cigarrillo y el encendedor y bajo las escaleras. Antes de llegar a la salida enciendo el cigarro, y si tengo suerte las puertitas famosas no me atrapan, porque siempre están malas. Salgo. Evito de todas maneras subir por la pasarela que cruza Vicuña, porque me carga tener los potos de la gente en la cara, así que bajo las escaleras y espero paciente el semáforo para cruzar. Entro al campus, fumandome mi pucho y leyendo Las Últimas Noticias, busco la nota de D.A y para entonces ya he llegado a mi facultad. Una vez ahí busco caras conocidas, si no hay, sigo derecho a la máquina de café y pido un express, lo tomo y subo a la sala...ahí, recién ahí empezaría lo que yo llamaba, mi día.

como cuentan los momentos

Hasta hoy no había reparado en todas estas cosas que hago en un perido de exactamente, dos horas. Después de ellas es que pasa todo lo que yo consideraba "día", pero la verdad es que no, que mi día empezó mucho antes, con todas esas pequeñas cosas que hice mecánicamente, o "en piloto automático" como dice T. Tal vez sea que soy muy cuadrada, por eso no había atinado a la infinidad de cosas que se hacen en esos pequeños espacios de tiempo, pero sin duda alguna todas son significativas a su manera; si no prendo el calentador me congelaría, si no me encremo, después la cara me tira y me pican las piernas. Si no me echo desodorante, mejor ni hablar. Si no llamo al colectivo con quince minutos de anticipación, llego tarde. Si no converso en el colectivo...imposible. Si no escuchara la música del pasillo no se me pegaría una buena canción prácticamente todos los días. Si las escaleras mecánicas no estuvieran malas, agradecería a Dios, pero aparte no echaría mi primera putiada del día. Si no me compro LUN me aburro un poco más. Si no saludo a la señora guardia sería una mal educada (porque ya nos conocemos digo yo)...en fin, si no hiciera todas estas cosas que hago nada sería igual, y como ya dije al principio, sacando cuentas, todo esto es rutinario y si hay algo que tengo que admitir es que mi rutina, simplemente, ME ENCANTA!

Monday, May 08, 2006

Del gurú del pasto y otras cosas...


Por qué será que uno tiende a olvidarse de las cosas buenas de la vida, como jugar en el pasto una tarde de domingo.
En la generalidad de mis días me lo paso metida dentro de la casa, en el computador, en la calle, en la cama, en el metro o la micro, pero hace mucho, mucho, mucho tiempo que no me echaba de espaldas en el pasto para jugar con alguien, o simplemente para dormir una espontánea siesta, hace años que no me doy nisiquiera una vuelta de carnero.

De eso aprendí harto estas últimas dos semanas, el individuo que abraza a mi perra en la mitad del pasto se llama John, tiene 34 años pero parece que tuviera 6. No lo digo de manera peyorativa, ni con ganas de tildarlo inmaduro, sino que descubrí en él, aún vivas, todas esas ganas que uno pierde, así, sin darse cuenta, de hacer cosas fáciles, al alcance de la mano, y disfrutarlas tanto como las disfrutan mis hermanos chicos, los niños.
Esto podría en parte verse...no sé, como un lamento nostálgico a la pérdida de la niñez, y bueno quizás sí lo es. ¿Por qué será que a medida que envejezco me hago más fome? !qué espanto! qué me queda para los 30...y para los 40 UF!.

Por suerte aqui estuvo John para recordarme que son cosas chicas, y frases como "Ok, I'm tired, I ate to much, I'm going to take a nap with the dogs, excuse me" las que valen un domingo a las 3 de la tarde, y no un "que lata, tengo que ir a leer para mañana", porque NO, eso NO se hace un domingo en la tarde, un domingo en la tarde, un "fomingo" en la tarde, se puede dormir con los perros, si no llueve claro, se puede uno dar ruedas, rondats, hacer la araña, o simplemente hacer carreritas en el pasto, se puede conversar, ¡hasta jugar cartas miechica!
Pero bueno, como sea, John se fue hoy día, me dejó un par de calcetines de lana de colores que están bien bonitos, a Fernando le dejó un pantalón de cotelé y un chaleco, y a todos (aunque suene cursi, lo siento!) nos dejó con ganas de más tonteras y locuras así, inocentes, no tonto gravezas como a las que últimamente me he ido, lamentablemente, acostumbrando.

Y Chao!